Hay una frase famosa, que muchos usan para
oponerse a los jurados, de un tal Sol Wachtler, ex-juez norteamericano, quien
dijo (parafraseando del inglés) “un buen fiscal puede convencer al jurado de
condenar a un sándwich de jamón”.
Esta idea reflota cada vez que se habla del
tema de los juicios por jurados y es utilizada por sus detractores para
justificar su no implementación. “No, que la gente común no sabe”. “No son
razonables”. “Son fácilmente manipulables”, “fáciles de convencer”, “predispuestos
a condenar”, etc. Es una frase que
parecería, en su simpleza, englobar gran parte de los temores hacia los jurados
e incluso justificarlos. A todos nos resultaría repugnante que se condene a un
jamón, de la misma manera que se nos hace repugnante la idea de condenar a una
persona “porque si”.
Pero el problema, en verdad, es que los
anti-jurados no comprenden los jurados. El problema no son los jurados o los
jamones o la “falta de fundamentación” de la sentencia o demás criticas. El
problema son los operadores de justicia, los que están en contra, que no
entienden al jurado.
En este sentido, plantearía una forma
distinta de comprender esta frase. No es sobre si el jurado es lo
suficientemente “iluminado” o no como para no condenar a un jamón, es sobre
entender cómo funciona el juicio por jurados. Si el fiscal logra que el jurado
condene a un jamón por homicidio no significa que el jurado es tan ignorante y/o
susceptible como para condenar a cualquier cosa, sino que el fiscal entendió
las reglas de juego. Comprendió la importancia de la selección del jurado como
para asegurarse que en el jurado haya 12 tipos a los que pueda llegar con su
relato. Comprendió como dirigirse al jurado como para convencerlos de condenar
a un jamón. Comprendió que el juicio por jurados implica mucho más que la
simple colocación de 12 personas al lado del juez.
Implica tener que replantearse todo el
sistema, toda la forma en la que se lleva una audiencia. Saber como argumentar,
como debatir, como transmitir una idea e interpelar al jurado. Como hablar, que
lenguaje, a quien mirar, a quien dirigirse, como pararse. Y, capaz lo más
importante, como litigar. Y litigar de enserio. Es aquí de donde surgen los
problemas del jurado que tanto temor o desconfianza generan en sus opositores.
Porque el juicio y su resultado va a ser tan bueno como el litigio de las
partes, la capacidad de cada una de interpelar al jurado. Un juicio por jurados
con una actuación de las partes mediocres va a tener un resultado mediocre. Un
jurado condena a un jamón porque la contraparte, al no estar a la altura, al
estar en una desigualdad de condiciones respecto de la acusación producto de su
propia deficiencia, “lo dejó”.
El jurado no es idiota, no es bobo. El
jurado sabe la diferencia entre un jamón y un homicidio. Lo sabe de la misma
manera que el juez. No necesita que le traigan una pericia de 100 fojas sobre
lo que es un jamón o que le expliquen que según algún jurista alemán famoso un
jamón es tal cosa pero si analizamos etimológicamente la palabra jamón es tal otra.
No requiere saber la teoría del jamón o tener una especialización en derecho
del jamón para saber que un jamón es un jamón y un homicidio un homicidio.
El problema no está en el jurado sino en el
operador de justicia que cree que la discusión sobre el juicio por jurados pasa
por acá. Por un temor a que el jurado condene a un jamón (y por eso mejor no
implementarlos) en vez de plantearnos seriamente que tan mala debe ser la
actuación profesional de la defensa como para que no pueda durante todo el
transcurso del juicio convencer a un solo jurado de que pare y piense “momento,
estamos hablando de homicidios, no jamones” y poner en dudas el argumento de la
acusación.
En todo caso, deberíamos plantearnos de que
el “peligro” de condenas irracionables no está en el jurado sino en el mal
desempeño de los actores judiciales. Y que ese mismo peligro existe de igual
manera en la justicia profesional.
Es más, hasta podríamos sostener que el
jurado es más susceptible a poner en duda sus pre-concepciones sobre los jamones
antes que aquél que se cree autoridad máxima en la materia de jamones. Aquél
que se arroga la capacidad exclusiva de decir qué es jamón y que es homicidio.
Bue va con un poco de alegorías/color la nota pero la meta es plantear una idea en torno a lo que surgió de la clase del lunes 24/04 y de una discusión posterior. Creo que la discusión cambia cuando uno tiene la posibilidad de presenciar un juicio por jurados, ver como se suscita en la práctica y en base a eso, uno se toma el trabajo de analizar el tema desde dos ópticas: ¿alcanza sólo con la presencia del jurado para solucionar los problemas que vemos a diario en nuestro "juicio ordinario"? y si no es así, si los problemas siguen estando, entonces ¿es problema del jurado o de los operadores de justicia?
Espero que a alguien le guste el planteo y en verdad, si tienen la posibilidad vayan a ver un juicio por jurados en la provincia de Buenos Aires. Es una experiencia que ya de por si es interesantísima pero que se vuelve mucho más rica cuando se le pone este enfoque. Cuando nos damos cuenta que el sólo cambio del sistema no alcanza, que es un cambio que debe abarcar a las instituciones del Poder Judicial y a las personas que se relacionan con él, e incluso a la sociedad en general, para que el juicio por jurados funcione verdaderamente. Sino, solo estamos agregando 12 pobres diablos más que van a sufrir vernos a los profesionales tener una discusión dogmática que nadie entiende al final para terminar condenando jamones. O peor, gente de manera injusta.
- Victoria Bonetto